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Tipos de debates y estrategias

Existen diferentes tipos de debate, y se puede clasificar según su estrategia y su táctica. Durante el debate, el terapeuta se servirá de una estrategia y escogerá una táctica (o estilo). Esta elección vendrá dada según las características y la personalidad del paciente.

Utiliza tres estrategias que se centran: 

(1) Argumentos Empíricos
Que animen al cliente a buscar evidencia que confirmen o refute la verdad de sus creencias irracionales 

(2) Argumentos  lógicos
Que le permitan analizar la lógica de sus creencias irracionales

(3) Argumentos Pragmáticos
Que le ayuden a cuestionarse la utilidad sus creencias irracionales.

Durante el proceso de debate y discusión el terapeuta suele adoptar diferentes estilos, según lo considere más conveniente. DiGiuseppe (1991) señala como más habituales los estilos socrático, didáctico, metafórico y humorístico. Dryden (2009) añade a los anteriores el estilo teatral.


Esto representa doce posibilidades de debate por cada una de las creencias irracionales.

Las técnicas de discusión más utilizadas en la TREC son las técnicas didácticas de persuasión (Harrell, Beiman y La Pointe, 1990), entre las que cabe destacar las siguientes:

Análisis y evaluación lógica. Consiste en enseñar al cliente a utilizar los principios de la logica para analizar y modificar creencias irracionales. la discusión lógica se realiza en dos direcciones:
(1) el análisis de la validez lógica de las premisas del cliente y 
(2) el análisis de la incongruencia de la premisa válida del cliente en relación con su conducta.

Ejemplo: si una persona concluye que es profesionalmente incompetente se trata de analizar la validez de las premisas mediante las cuales ha llegado a esta conclusión:

– Para ser profesionalmente competente hay que saber manejar bien el ordenador.
– Cuando se me bloquea el ordenador nunca sé qué puedo hacer para desbloquearlo
– Luego “soy profesionalmente incompetente”

En este caso, se trata de mostrar que la premisa mayor de la que se parte no es universalmente verdadera y, por tanto, la conclusión a la que llega, a pesar de ser correcto el razonamiento, puede ser falsa. Se pueden pedir ejemplos y ofrecerlos de personas muy competentes que no tienen muchos conocimientos de ordenador y otras que, sabiendo mucho de ellos, no realizan bien su trabajo.

Para analizar la incongruencia entre la premisa básica del cliente y su conducta se utilizan tanto el razonamiento deductivo como el inductivo. Para demostrar que una conducta no se deriva de una creencia se puede utilizar el razonamiento deductivo y para mostrar cómo una creencia no se deduce de una conducta, el razonamiento inductivo. 

Ejemplos:
– Razonamiento deductivo: “Si afirmas que todas las personas cometen errores, ¿por qué dices que eres estúpido por haber cometido un error al copiar mal este párrafo al ordenador?”.

– Razonamiento inductivo: “Has escrito correctamente la lista de cosas pendientes, la solicitud de material y la carta que querías mandar a Berlín. ¿Cómo puedes mantener que cuando te pones a escribir al ordenador “siempre” lo haces mal? “.

Reducción al absurdo. Implica llevar al extremo la creencia expresada para que, ante lo absurdas que pueden resultar sus consecuencias, vea la necesidad de reformularla.

Ejemplo:
Cliente: Soy absolutamente incapaz de decir “no” cuando me pide algo mi jefe.
Terapeuta: Vamos a llevar esta creencia tuya hasta sus últimas consecuencias.
Bien, entonces si tu jefe mañana te dice que vayas a trabajar todos los días pero sin sueldo, como no eres capaz de decir “no” ¿lo aceptarías? Si te pide que le regales tu casa, según tu creencia, no podrías decirle que “no”, así es que ¿se la regalarías?, ¿Y si te pide que te tires por la ventana? ¿También lo harías?.

En función de las contestaciones que va dando el cliente, el terapeuta le va haciendo ver cómo realmente sí es capaz de decir “no” a su jefe. En el fondo depende de lo que le pidan, por tanto, si es capaz de decir “no” a algunas cosas, también puede decirlo a otras muchas si se lo propone.

Análisis y evaluación empírica. Se trata de aportar evidencia empírica que avale las creencias u opiniones que se están sosteniendo.

Ejemplo: Me dices que “todo el mundo” te rechaza. ¿Donde está la evidencia? Aún suponiendo que algunas personas te rechacen, ¿dónde está escrito que todo el mundo te tenga que aceptar?

Contradicción con el valor apreciado. El terapeuta trata de resaltar creencias particulares del cliente que son contradictorias con otras que pertenecen también a su repertorio y muy valoradas por él.

Ejemplo: Eres demasiado inteligente como para creerte que “todas” las personas “siempre” te rechazan.

Apelar a consecuencias negativas. El terapeuta muestra al cliente las consecuencias negativas que tiene lo que está diciéndose a sí mismo.

Ejemplo: Cuando te estás diciendo a ti mismo: “soy tan inhábil socialmente que seguro que si hablo meteré la pata”, te estás generando con tu autoevaluación negativa un mayor nivel de ansiedad y fomentando pensamientos que repercuten negativamente en tu funcionamiento social.

Apelar a consecuencias positivas. El terapeuta le enseña a extraer las consecuencias positivas que supone adoptar creencias racionales.

Ejemplo: Si asumes el hecho de que si alguien se ríe de ti porque algo no lo has hecho bien, no significa necesariamente que te esté rechazando o descalificando por ello, y en caso de que alguien lo hiciera, si entiendes que realmente no es tan “horrible”, obtendrías muchos beneficios con ello. 

Por ejemplo, puedes decir libremente lo que se te ocurra cuando te parezca oportuno, puedes arriesgarte a hacer más cosas que te gustan aunque no lo hagas bien y, además, podrías conocer a más gente porque no tendrías miedo al ridículo o a que se rían de ti.